Alejandro Cillero: «La pretensión de eliminar el vuelo que une Logroño con Madrid nos lleva a una nueva vuelta de tuerca en nuestra propia auto estrangulación en el marco de las comunicaciones»
Desde hace unos días, estamos siendo bombardeados por noticias derivadas de un documento generado por Ecologistas en Acción, en donde se aboga por eliminar todas las rutas aéreas que se puedan sustituir por trenes cuya duración de trayecto sea inferior a las cuatro horas. No seré yo quien ponga en tela de juicio este estudio, ni del cambio climático influenciado por la actividad humana, pues la comunidad científica sostiene que es el mayor reto al que nos enfrentaremos en este siglo. Aun así, me gustaría aportar algún dato más para poder observar el problema desde una perspectiva más amplia.
Hace un par de años, el Colegio Oficial de Ingenieros Aeronáuticos de España, que algo sabrán sobre el tema, crearon un informe en el cual demostraban que toda la aviación doméstica genera apenas el 1,2% de las emisiones del CO2 del país. Es más, en los últimos años, se han reducido un 20% gracias al desarrollo de tecnologías más eficientes. Entre otros datos, este documento nos muestra que el volumen de CO2 correspondiente a las emisiones de todas las conexiones aéreas susceptibles de ser reemplazadas por trenes de alta velocidad en menos de 3 horas, supone el 0,1% de las emisiones totales de España (incluyendo el puente aéreo Madrid– Barcelona), curiosamente el mismo porcentaje que las emisiones de los ferrocarriles con locomotoras diésel todavía existentes en la red ferroviaria nacional.
La pretensión de eliminar el vuelo que une Logroño con Madrid nos lleva a una nueva vuelta de tuerca en nuestra propia auto estrangulación en el marco de las comunicaciones y del transporte. Además, tal y como demuestran los datos ocupacionales de la única aeronave de cincuenta plazas que nos ofrece dicho servicio, se aumentaría el número de personas que viajarían a Barajas si se ofreciera una nueva frecuencia diaria. Por suerte o por desgracia, para comunicarnos por tierra con la capital debemos de sortear dos sistemas montañosos, el Ibérico y el Central. A día de hoy, el tren debe de hacer gran parte del trayecto a través de vías de ancho ibérico y no de alta velocidad, pasando por Burgos o Zaragoza. El salto en avión es mucho más directo, reduce los tiempos a menos de la mitad de la mitad (40 minutos, aproximadamente), y, sobre todo, es la forma más segura de hacerlo. Tenemos que tener claro que el 100% del gasto de la gestión del aeropuerto lo asume AENA, empresa pública que genera unos beneficios netos que rondan los mil millones de euros anuales. Por lo tanto, nunca entenderé a esa parte de la población riojana que aboga por su cierre, cuando es completamente gratuito y sin ningún tipo de coste. Y por si no fuera poco, jactándose de su propia condición de ciudadano de segunda, argumentando que para eso están los de las comunidades autónomas vecinas.
Donde realmente se debería poner todo el foco es en el servicio que nos ofrece la compañía Air Nostrum. Aparte de su inoperancia en verano, navidades y semana santa, este año lleva 21 cancelaciones del único vuelo que nos ofrece con todo el hastío, molestia y fastidio que conlleva para el propio pasajero. Se necesita un mayor apoyo por parte del Gobierno regional para que esta instalación despegue de una vez por todas. Recuperar la petición de la declaración de Obligación de Servicio Público del vuelo con Madrid es fundamental para que los precios sean más competitivos e incluso abrir la posibilidad de duplicar la conexión. El objetivo de los 100.000 pasajeros al año no sería descabellado si operara una aerolínea responsable, con 3 o 4 vuelos diarios y no sólo a Barajas.
Aparte de la potencialidad dinamizadora del turismo que no estamos aprovechando como sociedad, no debemos dejar de lado su capacidad catalizadora a la hora de movilizar material y efectivos, o para recibir ayuda. Su valor frente a una posible emergencia de interés nacional es crucial. Como ejemplo reciente, tenemos el incendio que arrasó Ezcaray en agosto de 2021, donde la mayoría de los medios aéreos que intervinieron en la extinción del mismo utilizaban la instalación para repostar e incluso reabastecerse de agua. O como en el incendio de la planta de biocombustibles de Calahorra de mayo del año pasado, cuando la movilización del servicio de extinción de incendios del aeropuerto fue determinante para su extinción.
Por último, me gustaría valorar a los trabajadores que desarrollan su actividad en el aeropuerto. Estos son limitados en número debido a los movimientos normales del día a día, los cuales dan lo mejor de sí y demuestran su alta cualificación, sobre todo en las ocasiones puntuales en que se debe canalizar una mayor cantidad de pasajeros a través de aeronaves de gran capacidad. El goteo continuo de artículos negativos, la mayor parte sin contrastar, con una vileza más que evidente y buscando de forma continua la anécdota dañina -y nunca la favorable, es curioso-, emponzoña el sentir de un capital humano que ejerce con gran profesionalidad las ocupaciones dentro del aeródromo. Personas imprescindibles para que cualquier aeronave comercial, ejecutiva, de escuela de pilotos, de trasplante de órganos (se mueven en aviones, no helicópteros), medicalizada o contra incendios, pueda operar a diez minutos de Logroño. Por lo tanto, abonemos entre todos el terreno para que Agoncillo crezca y despegue de una vez por todas y dejemos de meternos palos en las ruedas, pues un aeropuerto fuerte y más aprovechado siempre nos traerá de una forma u otra más riqueza y más servicios a La Rioja.